miércoles, 28 de noviembre de 2007

HETERODOXIAS


Ser heterodoxo no es más que renunciar a la comodidad psíquica de aceptar lo establecido, por dañino, absurdo o injusto que sea. Es jugar con los mismos dados el mismo juego con distinta estrategia, pero sin ser tramposo. Es cuestionarse, despertar de la conciencia superficial, como diría el filósofo Jaspers, y actuar en consecuencia. No es más que adoptar una actitud creativa ante el mundo en el que hemos nacido y saberlo extraño, relativo y siempre revocable.
El ser ortodoxo se define por un intenso terror al cambio, por una debilidad mental y por una inseguridad interior que necesita verse apoyada por la comunidad, reafirmando aquello de lo que no se está seguro. Ya Hitler tenía la extraña manía de ver el símbolo nazi allí donde se encontrara, tal era su duda existencial. Pero también puede estar marcada por un ansia a toda costa por mantener el privilegio o poder del que se goza. Esta última causa es la más sórdida de todas.
Todos somos en muchos momentos de nuestra vida heterodoxos y ortodoxos. Pero es cuando estas dos posturas se radicalizan cuando surgen la revolución o la persecución. Cuanto más rígida sea la ortodoxia de una comunidad, más valientes y originales los heterodoxos que la infrinjan, y al contrario, cuanto más directa, fuerte y condenada sea la heterodoxia, más salvajes y crueles los métodos de los ortodoxos que la prohíban. La religión por ejemplo, algo tan natural en el hombre desde que lo es, ha sido y sigue siendo aún causa de persecuciones, guerras inútiles y sangrientas y pensamientos de seres humanos críticos que se han comprometido por aniquilarla cuando se radicaliza o se vuelve intolerable. Gracias a ellos y a otros tantos herejes, locos, utópicos, malditos y extravagantes de todos los tiempos, hoy gozamos o sufrimos de la realidad histórica que vivimos y que derivará hacia nuevas heterodoxias, peores o mejores, pero siempre nuevas.
"Oportet haberes esse", significa "los herejes son necesarios", y fue el lema de los padres de la iglesia durante demasiados siglos. Y es que estos eran un buen remedio para asegurar las normas y las reglas y demostrar al pueblo lo que no se debía hacer, o lo que pasaría si alguien se atrevía a desobedecer. Cierto. Son necesarios los heterodoxos. Pero mi alabanza es otra. Los necesarios son los ortodoxos. Gracias a ellos el mundo tiene algo contra lo que alzarse y reacciona y camina y se levanta e inventa y sueña y sabe de sus manos. Por eso la primera célula con vida fue el ser más heterodoxo de todos: porque un día le dio por rebelarse contra las piedras.

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