viernes, 1 de febrero de 2008

Paco Umbral



"Pelar una naranja, descortezar el mundo, desvendar el seno de una momia adolescente. Me como una naranja y tengo un día anaranjado. En rigor, una naranja me devora por dentro. Necesita de mí para poder transformarse en otra cosa, para sobrevivir, y cuelga ya, naranja otra vez, al final de los tiempos, del árbol dorado de mi vida. Toda depredación es una redención. Todo canibalismo es una asunción. Voy a comerme otra naranja. La naranja me ha iluminado los interiores como un sol en gajos, y ha quedado ahí la ese rosa y blanca de su cáscara. Qué nalga breve y pugnaz del mundo acaricio en la naranja. Se reparte su sabor, su olor, su química, por todo mi cuerpo, y aprendo más de la vida, del mundo, del tiempo, gracias a la naranja, que en todos los libros de Kant y Platón. Llevo ya dentro un final anaranjado, y siglos de experiencia, sabiduría, decantación, licores, azúcares metafísicos y veranos líricos, que estaban empaquetados en la naranja, que la habían hecho posible. Comer una naranja, desvendar el seno dorado y egipcio de una adolescente. Si hay que creer en algo, creo en la naranja."

De Mortal y rosa de Paco Umbral, escrita mientras su hijo se moría. ¿Quién sabe si por esto no se convirtó en aquel cínico y sinvergüenza al que muchos miraban con rechazo?
Paco, no puedo comerme una naranja sin acordarme de ti, de tu arquitectura hecha con palabras, de tu vértigo lírico, de tus pícaros ojos, de tu muerte que no es muerte. Gracias por existir en tus libros, por tu lengua asombrosa, por pintar el mundo a tu manera, por tu lengua sensible, por comerte una naranja y por haber sobrevivido a tus circunstancias.

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