viernes, 10 de julio de 2009

EL ARTE DE PERDER (I)


Nos llevamos toda la vida perdiendo cosas. Y no sólo paraguas o bolígrafos. Se pierden posesiones, trabajos, viejas fotografías, ilusiones, libros, cartas importantes, recuerdos, seres humanos... El arte de perder es un arte que deberíamos aprender todos desde pequeños, porque en esta vida, si hay algo seguro con lo que debemos contar siempre es con la pérdida.

Conocí una vez a una persona a la que se le había incendiado el piso en el que vivía. Perdió todo cuanto poseía, todo. Pero lo que más impactaba de todo esto es que no solo no soltó ni una sola lágrima, sino que al día siguiente cuando reaccionó, sonrió, se encogió de hombros y dijo:

-Bueno, una buena excusa para renovarlo todo, incluso mis recuerdos.

No era ni mucho menos rica, pero sí tenía en su poder algo muy valioso: la fuerza del que ha aprendido a perder y a sacar el máximo provecho a esa pérdida.

Este poema habla de todo esto, aunque nadie dice que siempre sea fácil...

"El arte de perder no es difícil de adquirir.
Tantas cosas parecen empeñadas
en perderse, que su pérdida no es un desastre.

Pierde algo cada día. Acepta el tumulto
de llaves de puertas perdidas, la hora malgastada.
El arte de perder no es difícil de adquirir.

Practica entonces perder más aún, y más rápido:
lugares, nombres, y el sitio al que se suponía
que viajarías. Nada de esto será un desastre.

Perdí el reloj de mi madre, y -¡mira!- la última, o
penúltima de tres casas que amaba se fue.
El arte de perder no es difícil de adquirir.

Perdí dos ciudades, ambas adorables. Y, más ampliamente,
algunos sitios de los que era dueña, dos ríos, un continente.
Los echo de menos, pero no fue un desastre.

Hasta al perderte a ti (la voz que ríe, un gesto
que amo) no habré mentido. Es evidente que
el arte de perder no es demasiado difícil de adquirir,
aunque parezca algunas veces un verdadero desastre".

Elizabeth Bishop


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